viernes, 20 de noviembre de 2020

1 - La cabaña perdida

 En un remoto lugar, fuera de nuestro tiempo... O lo que es lo mismo; Al este de la nada, más allá de la bruma de los sueños. Se encuentra un frondoso bosque y en él; se tiene en pie en medio de un gran claro, una humilde cabaña hecha de tablones de madera.
Allí es dónde vive Autum. Un niño huérfano de tan sólo 7 años. Que atiende a los lejanos y escasos viajeros que por allí deciden pasar. Sin ninguna otra compañía que la fría soledad.
Pero a Autum no le asusta vivir solo, no. Él está acostumbrado ello.
A la corta edad de 1 año Autum, ya era extraordinariamente vivo y despierto. Abba y Nona, quienes fueron sus padres adoptivos, se percataron de ello. Y le enseñaron de primera mano todo lo que hacía falta para sobrevivir en el bosque, por si un día ellos ya no estaban. Ciertamente, Abba y Nona ejercieron muy bien de padres y le dieron todo el amor que albergaban sus corazones. Pues al no poder concebir un vástago, el hecho de encontrarse con Autum en el bosque, para ellos fue un regalo divino. Un milagro de los dioses.
Pasó el tiempo feliz y veloz… Y fue a la edad de 3 años que Autum ya se desenvolvía por sí mismo sin ningún tipo ayuda por parte de sus tutores. Incluso ya entonces era muy capaz y ayudaba a sus padres en el hospedaje de misteriosos viajeros que por allí decidían pasar, para hacer noche. Ya fuera cocinando reconfortantes caldos e infusiones o llevando mantas y almohadas a la alcoba de invitados Autum hacía su mejor esfuerzo.
Aquel era un lugar remoto apartado casi de todo y de todos. No pasaba mucho, pero era frecuente que de vez en cuando exploradores y viajeros poco experimentados se perdieran por aquellas lindes, sobre todo si se adentraban en el bosque del norte. Cosa poco aconsejable. Pues era absurdamente frondoso.  El único pueblo que se encontraba relativamente cerca se encontraba 4 días a pie de distancia.
Cabe decir que, Autum no es un niño normal. Podría decirse incluso que, aun teniendo un aspecto infantil, él no posé un carácter especialmente jovial. Quizás mucho de esto se deba a lo que le aconteció a su corta edad de 4 años. Abba y Nona se marcharon por provisiones dejando al pequeño sólo. Autum esperó y esperó noche tras noche. Durante 2 semanas. Al paso de la primera semana lloró muchísimo encogido en una vieja mecedora, atemorizado por tormentas de lluvias y relámpagos. La segunda mitad de la semana se la pasó gimoteando hasta que finalmente se quedó sin lágrimas y se le heló el corazón. Autum nunca pasó tanto miedo en su corta vida. Pasó el tiempo y con él las tormentas.
…Abba y Nona jamás regresaron.
Nuestro pequeño amigo a día de hoy aún no sabe que ocurrió. ¿Un accidente, debido a las fuertes lluvias?  ¿necrófagos? ¿tinieblos? ¿El monstruo negro, quizás?  Autum habia oído historias a escondidas, de boca de viajeros sobre gente que era devorada en el bosque por extrañas criaturas y claro cuanto más rato pensaba en ello se ponía en lo peor. Quizás nunca se sepa. pero Autum está convencido, algún tipo infortunio ocurrió.

Hoy Autum se ha levantado muy temprano de su pequeña cama.
Como es costumbre en él; se ha metido en su abrigo remendado, se ha puesto unas botas y ha salido de casa a recoger leña. Eso sí, no sin antes hundir la cabeza en su sombrero favorito; un sombrero del color pardo oscuro acabado en punta. El caer del ala del sombrero sobre sus misteriosos y fríos ojos, le hace lucir un aspecto gracioso a la par que pintoresco.

La noche en Umbria es helada y más vale tener preparado un buen fuego por si se desvaneciese la luz en algún momento. Mientras pasea por el bosque en busca de algunas ramas para el fuego.
Nuestro pequeño amigo repara también en recolectar frutos silvestres por el camino. Pues a veces se le antoja hacer mermelada, confituras o incluso sabrosas tartas. Coge; bayas, moras, fresas y todo fruto seco que se le pone por delante.  Algo le llama la atención. Un fruto que no había visto antes. Parece una fresa, pero es negra.
Negra como la noche… como aquella noche en la que sus padres decidieron no volver nunca jamás.
Autum zarandea la cabeza. 
Debe darse prisa si quiere preparar sus riquísimas empanadas. Nunca se sabe cuándo puede desvanecerse la luz y quiere aprovechar el tiempo para tener preparada la comida.

De vuelta a su hogar, enciende un fuego con algunas ramas para calentar el horno de piedra que hace años Abba construyó. Saca las empanadas de su pequeña y fría despensa y procede a meterlas dentro del horno. Con un fuego tan débil tardaran un buen rato en cocerse, así que decide ir a un riachuelo cerca de casa, a ver si pica algún sabroso pez. Con suerte podrá volver a casa con suficiente alimento para darse un buen banquete antes de que se vaya por completo la luz del día.
El riachuelo está siniestramente tranquilo. A Autum le inquieta el azul del cielo. Cada vez se ve menos. El cielo se torna hacia un pálido gris. Curiosamente, parece que al haber menos luz los peces pican el sedal con más frecuencia de lo normal. Y Autum vuelve de camino hacia casa, con 3 preciosos peces. Se siente muy satisfecho pensando en que le dio tiempo suficiente en reunir toda esa comida. Aun cuando ya casi no se veía apenas luz en el cielo.

Ya cerca de casa justo al entrar al gran claro en el que se encuentra su humilde hogar. Le sorprende no recordar haber dejado ninguna vela ni candil prendido. Pues desde las pequeñas ventanas de su cabaña emana una luz tenue y en ella se dibujaban dos siluetas. Por un momento se acordó de Nona y Abba. Pero eso era imposible. Además, esas siluetas no le resultaban familiares. Autum decide acercarse sibilinamente a la puerta y poner el oído en ella.

¡¡DETENTE!!-grita alguien.
¡Me estoy quemando las manos!-se queja otro.
¡¡Lo estás haciendo mal!! – sigue con el griterio.

Autum abre la puerta-
¿Qué ocurre aquí?- exclama
Los dos intrusos que se divisaban desde la ventana, ahora sostenían la bandeja de deliciosas empanadas que Autum había preparado.
Perdonanos nosotros sólo estábamos… trata de explicarse uno de los extraños a con cara de horror.
El cielo se oscurece de golpe y cae un relámpago cegador
La lluvia empieza a caer y ensordece los titubeos de los 2 intrusos.

Autum cierra la puerta. Se acerca a los individuos, coge su bandeja de empanadas y la pone en la encimera con pasmosa tranquilidad. Luego los mira tan fijamente que sus voces quejicosas quedan lejos de su mente;

-Intruso:  No te enfades, veras...
-Intrusa: Es que nos perdimos en el bosque. Teníamos mucha hambre.
Olimos comida caliente y al ver esta cabaña perdida...

 Son un chico y una chica. -Piensa.
Quizás algo mayores que el. A juzgar por la estatura y voz...

¿Cabaña perdida?  No es una cabaña perdida.-repara Autum volviendo en sí.
Es mí casa. -aclara ofendido.

El intruso era el más bajito y regordete un yelmo cubria su cabeza el cual dejaba entrever la mitad de su rostro, portaba una sucia capa y una armadura algo vieja y destartalada.

La intrusa en cambio era algo más alta llevaba el rostro al descubierto, tez pecosa, pelo muy corto, rojizo y ropas harapientas.

 ...Bueno nosotros ya nos ibamos. Perdona por habernos colado en tu casa sin permiso, nosotros es solo  que... -Insisten los individuos en excusarse.
- pero la intrusa no acaba la frase.
Sentaos. – les ordena Autum

Y a continuación pone 3 platos de piedra negra en la mesa con sus riquísimas empanadas.
Con esta lluvia ¿a donde pensáis ir?- les pregunta sin apartar la mirada.
 Sentaos, comed y pasad la noche.

Ya partiréis cuando haya luz.